This area, defined by its proximity to Mexico and the Gulf of Mexico, is primarily agricultural and sparsely equipped with recreational green spaces. While cities like McAllen, Edinburg, and Mission are vibrant centers of activity, their residents often lack nearby spaces to connect with God’s creation. With over 90% of the population identifying as Hispanic, we must prioritize access to nature for our community, not only as a means of recreation but as a spiritual practice and a reminder of our role as stewards of God’s earth.
From the very beginning, the Scripture has emphasized our duty to care for creation. In Genesis, God entrusts humanity with tending to the earth. Nature is not a resource to exploit but a sacred gift to nurture. By protecting wild lands, we honor God’s creation and fulfill our role as stewards of His earth.
Take the Iturria Brush Tract, for example—a refuge in the Rio Grande Valley outside McAllen’s metropolitan area that holds immense potential. Accessing this space is fraught with obstacles. Public transportation is nonexistent, making personal vehicles a necessity. Even for those able to visit, the lack of proper signage, restrooms, and parking limits its usability. As a result, many families remain disconnected from the restorative and religious power of nature. Nature is part of Latino culture and identity; dirt is in our DNA. This was evident when we organized a tour of the area.
The experience of being there as families—both individual units and larger groups—was truly beautiful. Children marveled at caterpillars and butterflies and filled the trails with laughter as they ran freely, while elderly visitors, some with wheelchairs or canes, navigated the rocky terrain with determination. From seasoned and youthful hikers to three-year-old babies, the diversity of people showed that these spaces truly belong to everyone. Places like this are not exclusive but are meant to be open and welcoming, ensuring that everyone has the opportunity to connect with the outdoors.
Our goal isn’t just about preserving land and making it available for all; it’s about preserving our community’s cultural identity and well-being and fulfilling God’s mandate. By prioritizing conservation and accessibility, we can ensure that future generations inherit not just the land but also the lessons it teaches us about God’s love and creation. Let us work together—as a community, stewards, and believers—to bridge the nature gap in southern Texas and affirm that nature is truly for everyone.
By Armando and Luz Vera
De la Tierra a lo Divino: Reconectando a las Familias con la Creación de Dios
El Valle del Río Grande, ubicado en el extremo sur de Texas, es rico en cultura, comunidad y belleza natural. Sin embargo, también enfrenta un gran desafío: la falta de espacios verdes accesibles para su población predominantemente hispana. Como pastores, vemos esto como algo más que un problema logístico o ambiental. Es un llamado espiritual a la acción.
Esta área, definida por su proximidad a México y al Golfo de México, es principalmente agrícola y cuenta con pocos espacios recreativos verdes. Aunque ciudades como McAllen, Edinburg y Mission son vibrantes centros de actividad, sus residentes a menudo carecen de espacios cercanos para conectar con la creación de Dios. Con más del 90% de la población identificándose como hispana, debemos priorizar el acceso a la naturaleza para nuestra comunidad, no solo como un medio de recreación, sino como una práctica espiritual y un recordatorio de nuestro papel como cuidadores de la tierra de Dios.
Desde el principio, las Escrituras han enfatizado nuestro deber de cuidar la creación. En Génesis, Dios encomienda a la humanidad el cuidado de la tierra. La naturaleza no es un recurso para explotar, sino un regalo sagrado para cuidar. Al proteger las tierras silvestres, honramos la creación de Dios y cumplimos nuestro rol como guardianes de Su naturaleza.
Tomemos como ejemplo el Iturria Brush Tract, un refugio en el Valle del Río Grande, ubicado fuera del área metropolitana de McAllen, que tiene un inmenso potencial. Acceder a este espacio está lleno de obstáculos. El transporte público es inexistente, lo que hace que los vehículos personales sean una necesidad. Incluso para aquellos que logran visitarlo, la falta de señalización adecuada, baños y estacionamiento limita su uso y visitas. Como resultado, muchas familias permanecen desconectadas del poder restaurador y religioso de la naturaleza. La naturaleza es parte de la cultura e identidad latina. Esto se hizo evidente cuando organizamos un recorrido por el área.
La experiencia de estar ahí como familias—tanto unidades individuales como grupos más grandes—fue verdaderamente hermosa. Los niños se maravillaron con orugas y mariposas, y ambientaron los senderos con risas corriendo libremente, mientras que los visitantes de edad avanzada, algunos con sillas de ruedas o bastones, con determinación, recorrieron el terreno rocoso. Desde senderistas experimentados y jóvenes hasta bebés de tres años, la diversidad de personas mostró que estos espacios realmente pertenecen a todos. Lugares como este no deben ser exclusivos, sino destinados a ser abiertos y acogedores, asegurando que todos tengan la oportunidad de conectarse con la naturaleza.
Nuestra meta no solo se trata de preservar la tierra y hacerla accesible para todos; se trata de preservar la identidad cultural y el bienestar de nuestra comunidad, y de cumplir el mandato de Dios. Al priorizar la conservación y la accesibilidad, podemos garantizar que las futuras generaciones hereden no solo espacios verdes, sino también las lecciones que nos enseñan sobre el amor y la creación de Dios. Trabajemos juntos—como comunidad, guardianes y creyentes—para cerrar la brecha de acceso a la naturaleza en el sur de Texas y asegurar que la naturaleza realmente sea para todos.
Por Armando y Luz Vera